jueves, 25 de abril de 2013

Nuestro trabajo con viñetas.




 Extraer enseñanzas de nuestra propia práctica
Aquí no nos interesa LA VERDAD, no hay equívocos ni errores, o más bien se trata precisamente de equivocarnos. Decir las cosas que se nos ocurran, interrogar nuestra práctica con entusiasmo, asociar libremente en una conversación abierta donde cada educador habla desde su lugar, su deseo, desde sus propios interrogantes, dudas, equívocos… Aquí no hay un saber total, en el sentido de totalitario, se trata más bien de hacer circular la palabra de todos en torno a los interrogantes de nuestra práctica. Todos tenemos cosas que aportar.
¿Qué es una viñeta?
  1. ES UN ESCRITO. Escribir nos permite parar el tiempo y poder pensar. La escritura produce una lentificación. Sentarse a escribir. Explicarse. Interrogarse. Construir un caso. Discutir con nuestros propios fantasmas. Dar cuenta de algo de la experiencia. Nombrar. Elaborar. Detenerse. Pensar.
En palabras de Valeria Marani, trabajadora social en un centro de salud, en Argentina: “Que la escritura produce una lentificación, entonces, quiere decir justamente eso: que por su misma materialidad –distinta a la del habla- requiere de una temporalidad que, entre otras cosas, conlleva sentarse, detenerse, conectar ideas, pasar en limpio, leer, borrar, reescribir, predisponerse de otra manera; en suma, abrir un territorio de pensamiento en torno a algo.“ (Marani, 2010: 3)
En nuestro trabajo diario nos vemos constreñidos por la emergencia, deslumbrados por el acontecimiento, por la urgencia y la espontaneidad de los actos. Esto nos captura en una especie de seducción por el acto, la vocación de intervención. Es imprescindible pues poder articular algo de una separación: un corte, una parada, una escisión. Ya que de lo contrario corremos el riesgo de quedar encapsulados en el instante, deambulando en un hacer continuo, fugaz, irreflexivo y voraz. Toda praxis se constituye en base a tres momentos: el instante de ver, el tiempo para comprender y, finalmente, el acto de concluir. La viñeta se ubica en este segundo tiempo: un tiempo para comprender algo de nuestra práctica.
2. EL DESEO DEL EDUCADOR. Hemos dicho que se trata de un escrito, pero es un texto singular. En el sentido de que parte del interrogante de un educador, dicho de otra manera, cada uno habla de lo que quiere, de lo que le causa, de aquello que le interpela. De esta manera nos aseguramos que algo de nuestro deseo quede inscrito en esta práctica. Nuestro amor por la profesión. Porque la práctica que nosotros proponemos no es anónima, implica la mirada, las valoraciones, los juicios y la responsabilidad de cada educador. Necesitamos educadores con deseo. Cada uno de nosotros tiene sus piedras, sus obstáculos, aquello que le interroga y le inquieta. Y la inquietud es el motor del aprendizaje. Entonces es un texto que alberga un deseo, no es un texto de reflexión teórica, ni académico, ni universitario.
3. EL NO-SABER. En pedagogía social nos conviene sostener una posición de no-saber. No sabemos lo que el otro necesita. No sabemos cómo la persona a la que acompañamos se aplicará en la búsqueda de un lugar en el mundo. La historia de las personas no está escrita, por eso hablamos de la Educación Social como un antidestino que desafía las profecías del fracaso. Este agujero ha de permanecer siempre abierto para que nuestra práctica sea viva y audaz. No muerta. Y además el No-saber está en el corazón de todos nosotros, de nuestra práctica y del sujeto, no lo olvidemos, cada uno de nosotros es impredecible y alberga siempre lo imposible. Esto se ve muy bien en el trabajo con adolescentes que albergan siempre algo nuevo y revolucionario, algo inefable: el porvenir.
4. EL SABER COMO EL FRUTO DE UNA ELABORACIÓN COLECTIVA. Pensamos la construcción del saber como el resultado de una conversación entre varios. Nos permite poner nuestro discurso a prueba, con otros. Dar valor a la praxis de cada uno, a su deseo, a su dificultad y abrir un territorio de pensamiento entre varios, en común, juntos.
Marco Teórico Aldarrikatu

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