lunes, 5 de febrero de 2018

La importancia de los buenos tratos en la infancia.

Cada día tengo más claro, y más ahora desde mi nuevo ciclo vital, la importancia de los buenos tratos en la infancia. El cariño, el afecto, el amor incondicional, la tranquilidad, la seguridad emocional, en definitiva un vínculo sano en la infancia es la mayor responsabilidad que podemos tener como padres y como madres. Nuestros hijos e hijas se presentan en nuestra vida como un lienzo en blanco con la necesidad de ser acompañados en este nuevo camino para poder hacer frente a su nueva vida de la manera más sana y feliz posible.

Ser consciente de cómo somos, es decir, reconocernos en profundidad, es una de las herramientas más valiosas de las que podemos disponer. Esto nos permite ir generando cambios en la medida que sea necesario, aprender y reaprender; ya que el aprendizaje es algo que nos acompaña durante toda nuestra vida. Este aprendizaje continuo es el que nos permite adaptarnos a todos nuestros ciclos y experiencias vitales, posibilitándonos la flexibilidad necesaria para seguir afrontando nuestras vidas de manera sana y equilibrada.

Las personas adultas, las que hace tiempo que iniciamos el camino, estamos cargadas de experiencias que van marcando lo que somos, la forma que tenemos para enfrentarnos a la vida y la manera de relacionarnos con los demás. Desde esta experiencia y aprendizaje vamos dando respuesta a nuestro día a día, depositando un poquito de nosotros en todo lo que hacemos y en todas las personas con quien lo compartimos. Ser consciente de ello, de nuestra esencia, es la clave de la relación con nuestros hijos, ya que cuando vienen a compartir su vida con nosotros esta esencia formara parte de lo que en un futuro serán.

Este sin duda es el mejor regalo que se les puede dar a nuestros pequeños. Estos, ante este cariño en forma de incontables caricias, ante este afecto con tantas y tantas palabras cargadas de ilusión, ante este cuidado incondicional, en definitiva, ante este vinculo que se va forjando de manera inquebrantable, nos responden con la mejor de sus sonrisas a falta de las palabras que aún están por llegar.

Por desgracia, son muchos los niños y niñas que no han tenido esta crianza.  No se les ha enseñado a  interpretar correctamente y de manera sana todo aquello que se van encontrando a lo largo de su vida. Son muchos los niños y  niñas que han iniciado su vida sin ser acompañados, sin cariño, sin afecto, sin vínculos sanos, sin protección, es decir, sin tener una mano a la que agarrarse y sentir ese reconocimiento emocional que todos necesitamos.

La educación social nos permite acompañar a las personas en estos procesos. Conocerles y que nos conozcan desde una posición de no saber. Reflexionar y trabajar conjuntamente desde el respeto, desde la sinceridad y desde la empatía. Pero todo ello requiere de un tiempo indefinido porque crear vínculo y experiencias resilientes no puede ir acompañado de tiempos o plazos que lo acoten.

Por ello es importante empezar a enfatizar más en la prevención, en la necesidad de generar cambios que permitan superar las intervenciones tardías, esas que responden a una acción. Tenemos que ser la acción. Una acción capaz de generar cambios en un futuro próximo.


Es necesario volver a construir una comunidad protectora desde todos los espacios que la conforman; siendo conscientes de que el individualismo que dirige nuestra sociedad debilita el colectivo que somos. Una comunidad unida, compartida, respetuosa y solidaria no permitiría la soledad y el vacío emocional de tener que afrontar una vida sin una mano a la que agarrarse.



 Marta Rodríguez

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