No sé
porqué, ni cuándo. Pero un día vino a mi... trataba de explicar la
importancia de la escucha en la relación de ayuda. Trataba de poner
imágenes, de describir, de llegar a tocar con las manos esa
sensación de vacío, de atención plena, de interés, de apertura...
y entonces llegó.
La
imagen de los apóstoles del friso de Aránzazu, esa gestualidad de
seres de granito abiertos en canal, surgió ante mí. Apareció como
una metáfora que cristaliza en sus fríos y acogedores contornos, la
postura “necesaria” ante la otredad. Como un horizonte que revela
ante nosotras la necesidad de un trabajo de construir-se un hueco (un
vacío), que pueda ser regado por el aire, las palabras, el mundo que
se nos abre delante de las carnes. Como la opción por regalar un
lugar para ser habitado, un espacio que la persona pueda modular con
sus contornos, en el que ubicar el espejo de sí misma, el eco de la
voz que es, de la voz que está siendo.
Me
gusto, tras un primer deslumbre místico, adentrarme en la imagen y
conocer (e imaginarme) el recorrido de las esculturas.
Nacieron
de la mano de un genio. De un ogro barbudo a golpe de cincel. Imagino
cada empellón sobre la roca, cada descarga de rabia, de convicción,
de necesidad, de obsesión por romper la piedra, por abrir el vacío,
por dar la luz a un cuerpo que nunca la ha tenido.
Me
resuena de este rítmico “arar” del escultor, la primera luz de
aquel horizonte proyectado en la mente de Jorge. Sin la visión de
una necesidad, de una forma a perseguir (o en este caso de un vacio),
no hay escultura. Y ahí está el giro del genio. Dejó de buscar la
representación de aquellos semidioses (conocida y reconocida en sus
mil variaciones), para hablarnos de aquello que nunca fue, de la
paradoja, del desconcierto que sembró un dios pequeño en aquellos
cuerpos que tuvieron que des-entenderse de sí para comprender la
nueva verdad.
Me
gusta aprovechar esta imagen para entender la idea de que el vacío
es fruto de un trabajo. Que nacemos como cuerpos sólidos,
coherentes, enteros, y también informes, inacabados y con espacio
para el reto, para otro tipo de luces a perseguir, de sueños.
Me
parece muy reveladora la claridad de que el vacío también se
construye a golpes, quizá no de ogros barbudos (o si), quizá de
silencios, tiempos, de constancia, de días de lluvia, y sobre todo
de la necesidad de encontrarse con la luz, de abrir las entrañas a
la vida, que es también y sobre todo la vida de una misma.
Después
de haber nacido de la mano genial, las esculturas estaban dispuestas
para transformarse en friso. Y sin embargo, el PODER no estaba aún
preparado para lucirlas como puerta de entrada para un recinto
consagrado. La composición de Oteiza fue vetada por la autoridad, y
las esculturas (los cuerpos vaciados) fueron abandonadas en una
cuneta. Las imágenes de aquellas imponentes moles sobre el costado
de las frías laderas, las lluvias y los tiempos de soledad, de
desprecio, la dureza del ogro (la “bestiadesentir”) que se vive
traicionado en su rumor más íntimo, no dejan de inundarme.
Este
avatar me hace pensar que camino del vacío no es un camino fácil, y
sobre todo que no es un camino bien reconocido por el poder. Sin
deseos de ponerme demasiado trascendente (no creo poder ser profeta
en este tema), me llama la atención la importancia de las relaciones
demasiado estructuradas (llenas de contenidos) en los espacios de
acompañamiento. Veo y he visto crecer la necesidad de articular
protocolos, preguntas, objetivos,... la necesidad de vestirnos y
llenarnos de metodologías y seguridades.
Abrir
un espacio para la otra persona, abrirle un tiempo, un lugar, no es,
hoy, una política muy reconocida de intervención social, no está
de moda. Quizá por eso son muchos los proyectos que caen en las
cunetas, por no poder ofrecer un espejo (o unos resultados) más bien
vestidos para una época de números, para una religión de mercado
que pide relaciones traducidas a cuentas de resultados.
También
es cierto, que en la tradición de los teóricos de “lo relacional”
siempre la necesidad de abrir un hueco a la alteridad, a la otredad,
es una constante que permanece, que resurge una y otra vez a través
de la historia. La vida, con su obsesión reproductiva, es de una
terquedad insoslayable y pacientemente termina por imponerse.
Quizá
por eso los apóstoles acabaron subiendo su rocosa cintura, sus
cráneos informes, sus gritos mudos al cielo, a esa fachada en la que
aún podemos verlos. Subieron los 14, dos más allá de la norma.
Cuando le preguntaron Oteiza porqué 14, respondió que porque no
cabían más y de nuevo nos dio la medida de lo sagrado, de lo más
humano, que nunca podrá ser limitado a un burdo y simple número, a
una burda y simple representación que se repite por los siglos de
los siglos.
Cuando
Oteiza comenzó a desarrollar la idea del vacío, está ya había
surgido de su propia intimidad, de sus recuerdos, de la mirada de un
niño que, escondido entre rocas, miraba al cielo. Ya había nacido
de su sangre ancestral en aquellos Crómlech que poblaban las
montañas de su verde Euskadi y en los que reconoció también el
vacío de tantos templos que fueron regando la cristiandad, (o la
islamidad) con sus muros crecientes.
Cuando
Oteiza plantea la idea del vacío, cuando la trabaja obsesivamente
desocupando sus cajas metafísicas, sus variaciones, cuando la
analiza y la repite una y otra vez, a mí se me va la mirada, el
ánimo, hacia esa necesidad de dejarse ocupar (y también de dejarse
de ocupar y de preocupar) por ese hueco.
Hoy me
llega la imagen de sus 14 brutalidades, de esos 14 seres de granito
que me ayudan a entender la necesidad de golpear, de seguir
trabajando para hacer habitable el hueco que soy para otros, y sobre
todo para mí mismo...
Raúl Castillo Trigo
Raul nos vacía, nos descompleta, que es lo que queremos. Estar agujereados permanentemente, solo así, podemos desear.
ResponderEliminarNuestras felicitaciones por este maravilloso texto. Que conste que nosotros usamos la misma metafora para hablar del lugar del educador: solo si este educador está vaciado podrá acoger la palabra del otro.
Nos encanta lo bien que expresas que el agujero hay que construirlo!!!! Si uno no se agujerea queda completado, esto se entiendo muy bien en una sociedad de consumo donde de lo que se trata es de llenar los agujeros con objetos. Es por esto que lo que plantea Raul es tan subversivo, porque subvierte la lógica del Discurso dominante.
Raul se lo pregunta en el articulo cuando dice “Este avatar me hace pensar que el camino del vacío no es un camino fácil, y sobre todo que no es un camino bien reconocido por el poder”.
Gracias again!!