Cosme
Sánchez Alber
Técnico
en intervención social
RESUMEN:
Sostenemos que en el proceso de profesionalización de la Educación Social es
necesario poner en valor el trabajo de producción teórica por parte de los
profesionales. En este texto proponemos abordar la cuestión de la escritura
para pensar nuestra profesión, crearla y contribuir a producir discurso en
torno a los interrogantes contemporáneos que emergen de nuestra propia praxis
en el campo de la Educación Social.
INTRODUCCIÓN
Toda
práctica educativa requiere poder pensarse en tres tiempos:
1. El
instante de ver.
2. El
tiempo de pensar.
3. El
momento de concluir.
Sabemos
por nuestras conversaciones con diferentes agentes de la red de atención social
que en la realidad de muchos dispositivos de trabajo educativo no existen
espacios ni tiempos para poder pensar, y si los hay, acaban siendo devorados
por las urgencias de nuestro día a día. En cierto sentido, es habitual que
pasemos directamente, y de manera “irreflexiva”, del instante de ver al momento
de concluir. Incorporar pues este espacio, este tiempo para pensar, se nos
antoja imprescindible para reintroducir algo de comprensión y juicio en la
tarea educativa y orientarnos en el trabajo con los otros.
Time is money
Lo
que hoy en día impera son aquellos discursos de las soluciones rápidas e
instantáneas, también efímeras. Time is Money, no hay tiempo que perder.
Respuestas eficaces y eficientes siguiendo las lógicas de la Nueva Gestión
Pública. No es extraño que muchos de los dispositivos actuales de atención
social propongan poner a circular a los sujetos y a los profesionales en
función de unos tiempos marcados y protocolarizados incapaces de acoger las
singularidades de unos y otros.
Si
algo podemos aprender de la historia más reciente de la educación social es,
tras la crisis metodológica de los años 90, la necesidad de crear tiempos y
espacios nuevos para atender la particularidad de cada persona, de cada
disciplina y de cada profesional. Un tiempo que es el tiempo necesario para que
los efectos de una educación puedan acontecer.
El porvenir no está escrito
Los
efectos de la educación nos remiten inevitablemente a un porvenir. Esto implica
poder situar nuestra labor más allá del momento presente, para construir el
futuro de la Educación Social. Decimos entonces que en este proceso que mira al
futuro es importante pararnos a pensar en los aportes que el profesional puede
hacer, en cada caso, desde su posición particular, y teniendo en cuenta su
capacidad para elaborar un saber que tiene, pero que en ocasiones, se queda
para sí. Un saber que consideramos de gran valor para el conjunto de la
profesión.
Para
ello, y como punto de partida, es necesario que el educador social pueda pensar
dos cosas:
1. Considerar
que el futuro no está escrito. No existe la última palabra. Nosotras sabemos
que el destino no está predeterminado. Muy al contrario, pensamos la educación
como un anti-destino en el sentido de apertura de nuevos horizontes y vías
inéditas para cada sujeto.
2. Y en
segundo lugar, tener la creencia de que nosotros podemos contribuir de alguna
manera a escribir el futuro de la profesión, es decir, autorizarse a tomar la
palabra y participar de la construcción colectiva en el discurso de la
Educación Social.
Un
compromiso con la producción teórica.
El
prestigio de una profesión, la Educación Social, demanda de un compromiso con
la producción teórica de los educadores sociales. Un compromiso que podemos
pensar en dos sentidos. En el sentido de una responsabilidad, un punto ético en
relación al lugar al que nos convoca el ejercicio de una profesión tan
particular. El educador no es sólo un “hombre
de acción”, sino que dentro de digamos sus funciones también se encuentra
la de pensar y reflexionar. Por otra parte también sabemos que esto, a algunos
educadores, nos pone en un “compromiso”,
en el sentido en que nos pone en un apuro, en un aprieto. Pensar puede resultar
aterrador.
Retomando
las palabras de Hannah Arendt sobre la tarea de pensar, ¿Qué es pensar? Pensar supone ir a lo más profundo, y para ello es
necesario separarse de los demás, aislarse. Es además un acto de valentía que
implica poner a prueba el discurso de cada uno. No se puede pensar en medio de
los demás ya que pensar es entrar en diálogo con uno mismo. Para poder pensar
es necesario, pues, incorporar cierto grado de separación, de corte. Arendt
afirma que pensar tiene sentido si es un modo de retirarse del mundo para
volver a él en la acción, en la toma de la palabra sobre las cosas de este
mundo. Pensar para después hablar y actuar.
“El trabajo de Hannah Arendt
como “ejercicio de reflexión política” está enmarcado en la cuestión de la
tarea de pensar, entendiendo el pensamiento no como un ejercicio meramente
cognoscitivo -en el sentido psicológico o de la lógica clásica- sino como una
actividad fundamental del sujeto frente al mundo. Podría decirse que estos
ensayos se inscriben en la tradición del Heiddegger de “¿En qué consiste
pensar?”, según la cual el pensar corresponde con la búsqueda de la esencia de
la problemática humana y de su estar en el mundo.”
(Sanabria, 2009, p. 5)
Así
mismo, tomamos la escritura como un tiempo que permita conectar algo de nuestra
praxis educativa con el cuerpo teórico de nuestra profesión. Un espacio y un
tiempo que medie entre el campo de la teoría y la práctica de cada educador
social. Una intersección que funciona como punto de encuentro, y que nos remite
a un trayecto personal, solitario e íntimo que debemos recorrer uno por uno. El
pensamiento, al igual que la escritura, es un acto solitario.
Para
ello reivindicamos el papel central de la teoría y la cultura, ya que, en
palabras de Violeta Núñez, entendemos por educador social aquel agente capaz de
construir, actualizar y transformar aquellos marcos conceptuales desde los que
es posible desplegar prácticas pedagógicas en ámbitos sociales. Así que el educador
está llamado a adentrarse en los “oscuros”
territorios de la teoría y el discurso pedagógico contemporáneo, y en la tarea
de su transformación. Podemos pensarlo como un encargo que, en este caso, no
procede de la institución sino más bien de la inquietud, el deseo, y la
responsabilidad en el ejercicio de nuestro trabajo con el otro.
En
el texto “Acción educativa y funciones de
los educadores sociales”, Segundo Moyano, su autor, nos advierte de los
riesgos y los perjuicios que se derivan tras la ausencia de investigación y
reflexión por parte de los educadores sociales en activo.
“La separación entre
pedagogía social y educación social, no en términos epistemológicos, sino en
aras del corporativismo. Una suerte de circunscripción de la teoría y la
práctica de la educación social alejada de su articulación intrínseca. Es
decir, dejar la teoría para la universidad y mirarla con recelo, “alejada de la
práctica”; y una práctica profesional en el imaginario ingenuo de ser la única
conocedora de los problemas de la realidad” (Moyano, 2012, p.
52).
Como señala Segundo Moyano se trata de ser capaces de
articular, por un lado, el saber que cae del lado de la práctica con, por otro
lado, el saber que está en el campo de la producción teórica. Producir una
conversación permanente y productiva entre la Educación Social y la Pedagogía
Social. Este fue uno de los debates que se generaron en el pasado Congreso
Estatal de Educación Social de Valencia 2012. Esta tarea requiere tender
puentes entre ambos mundos, inventar nuevas maneras de pensar la profesión, y
hacer posible una formación y una práctica más acordes a la realidad de la
Educación Social en nuestros días.
Para ello, el profesional
debe ser capaz de autorizarse. Es este un acto del que nadie puede zafarse. Un
acto que corresponde a cada profesional, y que toma en cuenta el lugar que cada
uno ocupa con respecto al discurso en el que se inscribe, en definitiva, el
lugar en el que uno se ocupa como ser hablante. Tomar la palabra implica, según
los casos, un desafío y un vértigo que no está exento de dificultades y
obstáculos.
En nuestra práctica, no son pocas las ocasiones en
las que nos vemos interpelados a preguntamos por nuevos lugares y maniobras que
permitan poder alojar a aquellas personas que no pueden seguir los itinerarios
marcados, y que nos convocan a nuevas búsquedas. Cada disciplina se ve
empujada a reinventarse, a investigar nuevas maneras de pensar la profesión.
¿Por qué escribir?
La
escritura se nos muestra como ese intervalo
necesario para detener por un instante el tiempo y crear espacios donde poder
pensar. Como decía Arendt “separarse del
mundo”, tomar una distancia prudente y precisa, aislarse, exiliarse para
encontrar un camino de regreso. La escritura nos remite al imaginario de la
letra y la palabra, a lo racional y a lo formal, a los contenidos de la
educación y al corpus teórico de nuestra disciplina. Pensamos que la escritura
nos permite, a su vez, detener el tiempo y poder pensar.
“En este sentido formulamos
una hipótesis: decimos que, además de su valor documental y de archivo, la
escritura permite abrir condiciones de pensamiento y elaboración de una
práctica a partir de producir una lentificación.”
(Marani, 2010: 3)
Que
la escritura permite una lentificación quiere decir que por medio de la palabra
escrita pretendemos abrir un agujero, una brecha, un intervalo. En nuestro
trabajo diario, como Ulises, nos vemos seducidos por la emergencia de las
sirenas, deslumbrados por el acontecimiento, por la urgencia y la espontaneidad
de los actos. Es imprescindible pues
poder articular algo de una separación: un corte, una parada, una
escisión. Ya que de lo contrario corremos el riesgo de quedar encapsulados
en el instante, deambulando en un hacer continuo, fugaz, irreflexivo y voraz.
“La formación de educadores
sociales ha venido marcada con la impronta de la acción. Ante ello hemos de
tomar cierta posición crítica, pues la acción no ha de confundirse con la
empiria, sino asentarse en marcos conceptuales tales que posibiliten la
revisión y puesta al día de las prácticas profesionales y hagan obstáculo a la
rutinización y al conformismo” Violeta Núñez (2002, 38).
Es
cierto, la escritura abre
territorios para el pensamiento. Lugares inéditos que pueden ser explorados y
desplegar a su vez nuevas búsquedas. Descubrir nuevos caminos por los que uno
nunca antes había transitado. Recorrer estos espacios puede hacer emerger algo del
orden de lo inesperado, un encuentro quizás fortuito que permita encadenar
nuevas miradas y producir ciertos efectos. Sentarse
a escribir. Explicarse. Interrogarse. Construir un caso. Discutir con los
viejos fantasmas. Dar cuenta de algo de la experiencia. Historizar. Narrar. Ordenar.
Nombrar. Elaborar. Detenerse. Pensar.
“Que la escritura produce
una lentificación, entonces,
quiere decir justamente eso: que por su misma materialidad –distinta a la del
habla- requiere de una temporalidad que, entre otras cosas, conlleva sentarse,
detenerse, conectar ideas, pasar en limpio, leer, borrar, reescribir,
predisponerse de otra manera; en suma, abrir
un territorio de pensamiento en torno a algo.“
(Marani, 2010: 3)
Concluyendo
El
ejercicio de la educación social se ubica en el trabajo con las personas. Y
como sabemos, cada persona es única y singular. Lo particular de cada uno es en
definitiva lo que se pone en juego en el acto educativo. Y sabemos que la
particularidad es siempre constitutiva de un enigma. Lo particular es lo que no
entra en la norma, en la categoría, aquello que hay de impredecible en cada
vida humana.
Cada
educador tiene un saber sobre su práctica, sobre el dispositivo institucional
donde ejerce y la noción de sujeto con la que trabaja. La escritura puede proporcionar
un espacio y un tiempo para relacionar críticamente marcos conceptuales y
experiencia. Nuevas articulaciones entre la teoría y la práctica que permitan
poder pensar, entre otros, sobre 4 aspectos fundamentales en el trabajo con el
otro:
·
El sujeto.
·
El agente.
·
Los contenidos teóricos.
·
El marco institucional.
¿Cuál
es la noción de sujeto que se postula en el particular dispositivo donde
trabajo? ¿Cuál es la función y el lugar del educador social? ¿Qué contenidos y
qué corpus teórico se manejan? ¿Cuál es el marco institucional? ¿Cuáles son las
contradicciones y paradojas que el propio trabajo educativo conlleva en las
configuraciones de lo social? Estas son algunas de las cuestiones sobre las que
el educador social que escribe podrá interrogar-se.
Abordar la cuestión de la
escritura para pensar nuestra profesión, crearla y contribuir a producir
discurso en torno a los interrogantes contemporáneos que emergen de nuestra
propia praxis en el campo de la Educación Social. Se trata entonces de
reintroducir algo de la dimensión del enigma y la particularidad de nuestra
disciplina.
Para
finalizar recordemos, de nuevo, que todo aprendizaje se constituye en base a
tres momentos: el instante de ver, el tiempo para comprender y,
finalmente, el acto de concluir. Nos
hace falta tiempo… pero no cualquier tipo de tiempo.
En
nuestro caso, se trata de Otro tiempo. Un tiempo lógico que permita comprender antes de concluir. Un
tiempo que haga posible hacer emerger algo de nuestra práctica que nos inquiete y que, por esto mismo, nos
haga avanzar. Un tiempo para poder
pensar a partir de situar en el centro de la reflexión lo no sabido.
En definitiva, un tiempo que es Otro.
Cosme
Sánchez Alber
Bibliografía:
· Arendt, Hannah (1996); Entre el pasado y el
futuro. Ocho ejercicios de reflexión política. Edit. Península.
· Dubet, Francoise (2006); El declive de la
institución. Profesiones, sujetos e individuos en la modernidad. Editorial
Gedisa.
· Landriscini, N. (2010); La desinserción
socio-laboral: una perspectiva psicoanalítica. En Fundación Cuina Justa.
· Marani, Valeria; Sodo, Juan Manuel (2010);
Acompañamiento terapéutico y trabajo social en un centro de salud. Revista
Cátedra Paralela Nº 7.
· Moyano, Segundo (2012); Acción educativa y
funciones de los educadores sociales. Laboratorio de Educación Social.
Editorial UOC.
· Núñez, V. (2007); Pedagogía Social: un lugar
para la educación frente a la asignación social de los destinos. Universidad de
Barcelona.
· Núñez, v. (2002); La educación en tiempos de
incertidumbre. Las apuestas de la pedagogía social. Editorial Gedisa.
· Sanabria, Ángel (2009); Hannah Arendt: crisis
de la autoridad y crisis en la educación. Investigación y Postgrado, Vol. 24 Nº
2.
Eskerrik asko Cosme por compartir tus reflexiones sobre el pensar , no de cualquier manera, cuestionarnos la profesión en el momento que nos toca, sobre el construir y (muy importante y necesario) producir discurso, escribir. Asignaturas pendientes todas ellas en nuestra profesión . Tiempos para compartir , individual y colectivamente como compromiso necesario.
ResponderEliminarUn placer . Inés
Gracias Cosme por este articulado. Me lees el pensamiento (y lo mejoras). Siempre estoy posponiendo ese "pensar escribiendo" por la urgencia del día a día. Un abrazo!
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