jueves, 18 de abril de 2019

El educador social como “hacedor de nudos”. PROYECTO IMAGO, por Cosme Sánchez



Lo que quería subrayar de este proyecto, que nace de un interés por visibilizar la profesión de la Educación Social, es que el proceso de elaboración de IMAGO se ha apoyado en 3 ejes: encuentro, espacio y tiempo. Tres cuestiones fundamentales en nuestra práctica.

David de Haro, el autor, nos dice que lo que une estos 3 elementos (Encuentro, espacio y tiempo), lo que hace de unión, de argamasa, de bisagra, es lo que él denomina “vínculo”. Me parece muy lúcido este comentario, que he leído en su blog. El vínculo es el nudo, el anudamiento, no es algo material. Es lo que une. Es una operación de anudamiento.

¿Qué quiero decir con esto? 

Dos cosas. Por un lado, que el vínculo no va de suyo. El vínculo no está de entrada. No somos seres sociales, en el sentido en el que el vínculo al Otro no está ni asegurado, ni garantizado. La inscripción en el Otro, en lo social, es el efecto de un trabajo subjetivo, que no siempre se consigue.

Por otro lado, subrayar que el vínculo social no solo “no está”, sino que además “no es” y tampoco se puede contar (mucho menos contabilizar). El vínculo social es la consecuencia, el efecto. Es algo a producir, a inventar, a elaborar. Y tiene, a su vez, unas condiciones muy precisas, que hay que localizar en cada caso. Porque ni el encuentro, ni el espacio ni el tiempo son para todos igual, ni son suficientes para organizar un vínculo. Son necesarios, pero no suficientes. Hace falta un cuarto elemento, el nudo.

Tiempo, espacio y cuerpo

Me permito la licencia de tomar el "encuentro" por el cuerpo, ya que un encuentro se da entre dos cuerpos. Tiempo, espacio y cuerpo son siempre subjetivos, diferentes para cada uno de nosotros. Cada una de estas tres instancias tiene que ver con la constitución subjetiva. No existe el tiempo como tal, sino como efecto del encuentro, siempre particular, de cada uno de nosotros con el orden simbólico.

El lazo social se organiza, y se ha organizado siempre, en función de la particularidad de cada sujeto. Cada persona ha de inventar una solución propia para engancharse a lo social. Una solución por fuera de las normas; no hay ni el protocolo ni el manual que nos indique cómo hacerlo.

Es por ello, que no se puede universalizar una teoría del vínculo. El lazo social, la manera en la que cada uno de nosotros va a incluirse en un discurso, es particular. No hay el Manual del vínculo social. No hay el programa del instinto en cuanto al vínculo social.

¿Con qué materia se construye el vínculo social?

Hemos dicho que el vínculo es el anudamiento de 3 registros: simbólico, imaginario y el real.

Un real es aquello que es inaprehensible por el lenguaje, algo que no queda capturado ni por la dimensión simbólica ni por el registro de la imagen. Es muy importante saber que en nuestra práctica existe siempre esta dimensión, algo que va más allá del sentido. Un encuentro con lo real.

Es esta la tarea del educador social y, por extensión, de aquellas instituciones y servicios que tienen por encargo favorecer procesos de inclusión social. Hacer el nudo. Ayudar a realizar un anudamiento. El educador social como instrumento “hacedor de nudos”: a lo social, a la red asistencial, al discurso, a la cadena del lenguaje, al acceso a una casa, a un trabajo, según cada caso. Un anudamiento entre el sentido, el cuerpo y la palabra.

IDENTIDAD y profesión

El proceso de la identidad no acaba nunca. Lo sabemos porque la identidad es el anudamiento simbólico que recubre el vacío constitutivo y estructural del ser hablante.

Es ese agujero (ese vacío), precisamente, lo que nos interesa. Porque la identidad es un semblante, una ficción que recubre el vacío que nos habita. Una ficción necesaria que nos sirve para circular por el mundo y realizar recorridos posibles: en la academia, en el trabajo, en el amor, en la vida.

Para ocupar un lugar en lo social es necesario tener algo parecido a una identidad. En nuestro caso, esta búsqueda de identidad profesional no puede obviar el hecho que encontramos en nuestra práctica: la dimensión central del vacío. Y esto es lo que quería remarcar y enmarcar.

Me explico. Toda disciplina, y la educación social no hace excepción, debe avanzar interrogando su propio vacío, su agujero, y con sus propias herramientas conceptuales. Es decir, debe producir sus propios interrogantes, en nuestro caso, a partir de la praxis, de la práctica (no tanto de la teoría). Es imprescindible, organizar, en el campo de la educación social, espacios para el trabajo sobre la práctica.

Me parece, que existe un déficit en el campo profesional de la Educación Social a este respecto, un agujero. Hay que interrogar este agujero. De lo contrario, la pedagogía social quedará colonizada por otros discursos que vendrán a ocupar ese lugar vacío. Cada disciplina ha de consentir a interrogar-se sobre su práctica a partir de su propio agujero. Y es a partir de ese agujero… que podrá producir un saber.
Cosme Sánchez
Aldarrikatu, Abril 2019

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